Javier Cordovilla es uno de esos baterías de toda la vida, de esos que mientras esperan ser atendidos en cualquier sitio está marcando un ritmo con los dedos, de esos que de niños juntaban cajas y botes de pintura o detergente para montar una batería de juguete (¿por eso los llamarían «tambores» de detergente?). El caso es que el nuevo profesor de batería de la escuela de música Gabba Hey (que se suma a Pablo García) tuvo la oportunidad de desarrollar su pasión por el ritmo y convertirse en uno de los baterías de rock duro más preciados de España, bajo la bandera de Hora Zulú. Y en los últimos cinco años ha multiplicado su inquietud con Demiurgo, Vúfalo o Pangloss, siendo además representante internacional de los platos Meinl y de Mapex Drums. En pocas palabras, que si aprendes a tocar la batería con él, harás bien en añadirlo a tu currículum.
¡Tocas desde los 12 años! ¿Qué es lo que te atrajo de la batería en particular?
En mi casa ha sonado música rock desde que tengo uso de razón. Fue una época en la que mis hermanos quemaban las cintas del ‘And justice for all’ de Metallica y el ‘Seventh son…’ de Iron Maiden, entre muchas otras. Desde muy pequeño había tenido interés en la percusión, pero aquellos dos discos tenían algo que encendieron una bombilla en mi cabeza. Son producciones antiguas con baterías muy agudas y presentes que me llamaron muchísimo la atención. Aquellos ritmos tan extraños y quebrados, esos platos fuera de tiempo, creo que fue como regalarme unos prismáticos para ver un mundo diferente. Un día mis hermanos se dieron cuenta de que aporreaba una mesa con dos bolígrafos tocando casi por completo ‘One’ de Metallica, después de haberlo intentado unas 2.000 veces, por supuesto. Pensaron que sería una buena idea fabricarme una batería con la caja de un televisor, unos cuantos botes de plástico y una pandereta. Les estaré agradecido toda mi vida.
«Hacer sonar un mismo timbal o platillo
de 20 o 30 maneras diferentes
requiere altas dosis de creatividad,
fantasía e ingenio»
Lo cierto es que a muchos niños, cuando deciden elegir un instrumento, les hacen chiribitas los ojos al ver la batería. ¿Qué tiene la percusión que llama tanto a los chavales?
Hace tiempo asistí a una charla sobre percusión corporal para niños. En ella explicaban la capacidad que tienen los niños desde muy pequeños de golpear su cuerpo con sus manos y, básicamente, interpretar sonidos diferentes casi instintivamente. Poco a poco lo que parecía un tic nervioso o una descarga de ira, se acaba convirtiendo en una sucesión de repeticiones con diferentes sonidos que ponen de manifiesto la gran imaginación y capacidad rítmica que tienen los peques. Es algo que se acaba desarrollando casi por necesidad cognitiva, por un requerimiento de nuestro cuerpo a coordinar y a convertirnos en motrices. Para los pequeños, cualquier cosa puede convertirse temporalmente en una batería. Un instrumento sin las limitaciones de un instrumento.
Desde fuera, puede parecer que la batería es menos expresiva que los instrumentos melódicos. ¿En qué crees que debe consistir la expresividad cuando empuñamos unas baquetas?
Solo hace falta echar un ojo a cualquier clinic de Benny Greb, Chad Smith o Miguel Lamas para darse cuenta de que la batería es el instrumento más expresivo de todos. La aparente (pero irreal) ausencia de melodía requiere e invita al instrumentista a poner en marcha toda su imaginación para que la batería se convierta en una prolongación de su cuerpo, como si se tratara de hablar a través de manos y piernas. Hacer sonar un mismo timbal o platillo de 20 o 30 maneras diferentes requiere altas dosis de creatividad, fantasía e ingenio que terminan desembocando en un buen puñado de melodías diferentes.
Has tocado varios palos, pero el rock y el rock duro parece ser tu prioridad. ¿Qué te interesa de la forma de tocar estos géneros?
Creo que es importante hacerse versátil en cualquier instrumento. Limitarse a un estilo concreto puede convertirte en un especialista del mismo, pero también puede hacerte caer en muchos prejuicios. Como que en el rock hay que tocar muy fuerte y en el pop muy suave. O que en cada estilo hay que redoblar a una velocidad y corcheas o semicorcheas concretas. Todo eso me parecen patrones, y los patrones nunca me han gustado. Cada canción es una pequeña historia que requiere su propia intensidad, y nuestra expresividad a través de la batería es precisamente la forma de contar esa historia. Particularmente, me gusta el rock porque tiene una gran personalidad. A él tampoco le han gustado nunca los patrones. Por eso han nacido cientos de estilos a su alrededor, nutriéndose de sus raíces y desarrollando nuevas formas de expresarlo. A veces es complicado distinguir entre el rock y cualquiera de sus descendientes. En esta época nos gusta tanto etiquetarlo todo…
De los muchos proyectos en que militas o has militado, Hora Zulú es el que ha llegado más lejos. ¿De qué concierto tienes el recuerdo más memorable?
Imposible citar uno en concreto, pero si te diré que este mismo año, después de los 3 años de reflexión y respiro que nos tomamos, volvimos a subirnos al escenario de Copera en un concierto propio en Granada y tanto la enorme energía en el escenario como la respuesta del público, me dejaron sin palabras. Creo que es uno de los mejores conciertos que hemos dado en nuestra carrera.
Estás con Vúfalo y Pangloss entre otros proyectos, pero, ¿te podemos preguntar si hay en el horizonte la posibilidad de otro disco de Hora Zulú?
Hemos cogido algo de miedo a los discos. Cada uno de ellos ha puesto el listón algo más alto que el anterior, y nos requiere una cantidad ingente de energía, tiempo y desgaste que últimamente se nos antoja incompatible con el consumo de música actual, tan vertiginoso e impaciente. Este modelo ha relegado la época en la que se adquirían y escuchaban discos como una pieza completa, una obra de principio a fin, para sustituirla por una industria de consumo de canciones individuales, a pequeñas dosis, productos de escuchar y tirar. Pero para eso está el reinventarse. Te puedo casi asegurar que más pronto que tarde presentaremos material nuevo, y mejor que el anterior 😉
¿Qué te aporta esta inmensa experiencia de directo a la hora de dar clase?
Lo mejor que me llevo a casa al bajarme de un escenario, además del (insuficiente) kilo perdido, es la diversión del momento. Mucha diversión. Trato de que los alumnos se contagien de esa diversión y la música cumpla una vez más la función de hacernos felices, tanto al que la escucha como a quien la toca.
Granada suele mostrar al mundo su cara más indie, a veces dejando de lado otros géneros en los que hay grandes artistas. ¿Qué grupos actuales granadinos han despertado tu interés últimamente?
Granada es una ciudad con un potencial tremendo, y aunque a veces nos equivocamos un poco nombrando a los representantes de ese potencial (otra vez las etiquetas) es innegable que la mayoría de las bandas que van emergiendo de los locales de ensayo traen mucho que decir en sus canciones, aunque no se les mencione. Normalmente trato de mantener el interés por el tráfico actual de grupos, aunque a veces mi trabajo y el estudio me lo impidan pero, dentro de ser estilos muy diferentes, te diré que me han sorprendido gratamente bandas como Trepàt o Inyourface.
¿Cómo crees que hay que motivar a un alumno que quiere tocar la batería?
Me reitero. Con la diversión. Primero hay que divertirse tocando. Tener ganas de tocar es el pilar fundamental para que esto funcione. Una vez que aprendamos a divertirnos y a disfrutar regularmente con cómo nos estamos expresando a través de un instrumento, comenzaremos la teoría, totalmente necesaria para desarrollar nuestro aprendizaje. Pero sin diversión no habrá gloria. Te lo garantizo.
Si tuvieras que elegir a los tres baterías que más te han influido desde niño, ¿cuáles serían?
Muy difícil acotar la lista a tres, pero ahí va. Nicko McBrain, Danny Carey y Will Calhoun. ¡Y luego me preguntas que por qué me gusta el rock!